Hemos oído estos días noticias en las que se habla de los 4000 muertos a los que han llegado las tropas estadounidenses en Irak y que eso marca un nuevo límite psicológico en ese país.
Desde luego que no se han oído las mismas noticias pero referidas a la cantidad de muertos iraquíes y si esa cantidad supone algún tipo de impacto psicológico en las familias del lugar.
Y es que, para que una guerra sea posible y la violencia en general sea posible, es necesario “vaciar de humanidad” al enemigo. De hecho, cuando asignamos etiquetas como la de “enemigo” a otras personas ya se las está objetivando de alguna manera, es decir, se las convierte en objeto o en simple concepto.
Es evidente que en las guerras y en otras muchas situaciones de violencia física, se da este fenómeno de deshumanización, ya que sin él es mucho más difícil “justificar” esa violencia. Así, se puede argumentar sobre la maldad del enemigo y la amenaza que representa para los buenos, que siempre somos nosotros. Ni que decir tiene que esta deshumanización del enemigo se da tanto en un bando como en otro, tanto en los mercenarios a sueldo de una superpotencia como en los fanáticos violentos de toda latitud.
Este vaciamiento de la humanidad del otro se traduce también en la vida cotidiana en comportamientos en los que ese otro se me aparece como un objeto que puedo usar según mis necesidades y desechar cuando ya no me resulta útil. Una mirada humanizadora de los que me rodean tiene en cuenta que bajo la persona está el ser humano, un ser con intenciones, con esperanzas, con fracasos, con alegrías y con tristezas. Tiene en cuenta que las diferencias que se observan en la superficie de la persona se diluyen y se convierten en semejanzas en lo más profundo de cada ser humano. Esta actitud humanizante, factible de ser adoptada en la vida cotidiana, se aparece como impensable para algunos cuando hablamos de diferentes culturas, países o civilizaciones.
En nuestra manos está ahora que este tipo de mirada sea ejercitada en el ámbito cotidiano por todos nosotros y trasladada al ámbito social e internacional, lo que sin duda, hará que en el futuro vivamos en un mundo sin guerras y sin violencia.
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